Pocos venenos están tan introducidos en nuestras vidas como el flúor. Durante los últimos 50 años ha existido una campaña global para relacionarlo con la salud dental y se ha flúorado artificialmente el agua de la red pública y muchos productos como pastas de dientes, aguas minerales o chicles incorporan flúor extra por sus supuestos efectos anticaries.
Sin embargo, en las últimas décadas numerosos estudios científicos están demostrado la peligrosidad de este elemento químico altamente tóxico y cada vez más autoridades sanitarias aconsejan evitar productos que lleven flúor en su composición.
En algunos países como Suiza ya hace décadas que se dejó de flúorar las aguas y en otros como Bélgica, se han retirado del mercado todos los productos "enriquecidos" con flúor (chicles, tabletas, enjuagues dentales o colutorios, etc.) ya que no hay unanimidad sobre la dosis mínima segura y los efectos pueden ser devastadores en la salud.
En la actualidad hasta la FDA (la Administración de Alimentos y Drogas de Estados Unido) exige que todas las pastas de dientes flúoradas que se venden en los Estados Unidos lleven la siguiente advertencia de veneno: “Mantener fuera del alcance de los niños menores de 6 años de edad. Si accidentalmente se traga más de la utilizada para el cepillado, busque ayuda profesional o comuníquese con un centro de toxicología de inmediato."
El hecho es que el exceso de flúor es muy tóxico y puede provocar provoca el efecto opuesto al que supuestamente se persigue: debilita el esmalte (provocando más caries), puede decolorar o manchar los dientes para siempre y también debilita nuestros huesos (más descalcificación y osteoporosis). Pero el riesgo es aún mayor, el exceso de flúor es irreversible y produce trastornos en el cerebro (debilita las facultades mentales y provoca un efecto mental sedante continuo).
Los primeros síntomas de envenenamiento por flúoruro incluyen dolor gastrointestinal, náuseas, vómitos y dolores de cabeza. La dosis mínima que puede producir estos síntomas se estima en 0,1 a 0,3 mg / kg de flúoruro (por ejemplo, 0,1 a 0,3 miligramos de flúoruro por cada kilogramo de peso corporal). Un niño que pesa 10 kilogramos, por lo tanto, puede sufrir síntomas de toxicidad aguda por la ingestión de tan sólo 1 a 3 miligramos de flúoruro en una sola sesión.
Esta cantidad de flúoruro se encuentra en dosis de 1 a 3 gramos de pasta de dientes (menos del 3% del tubo) incluyendo pasta de dientes que se comercializa específicamente a los niños con sabores de frutas. Algo especialmente alarmante ya que todos sabemos que lo habitual es que los niños se traguen buena parte de la pasta de dientes que utilizan.
El flúor empezó a utilizarse en Estados Unidos en 1945 argumentándose simplemente que existía "una correlación estadística entre la flúoración del agua y una menor incidencia de caries". Sin embargo, numerosos estudios científicos posteriores constatarían que su consumo provoca graves riesgos para la salud pública y sus efectos se consideran irreversibles al ser el flúor un veneno acumulativo. Pese a este riesgo existe aún mucha desinformación y el flúor está presente en el agua, la pasta dental, las bebidas embotelladas, los alimentos procesados y deshidratados, los cereales, las bebidas sin alcohol, la sal, el té o el vino, las leches para bebés y en el teflón de las sartenes y el público no está suficientemente informado sobre este hecho.
¿A través de dónde tomamos dosis extra de Flúor sin saberlo?
- Tabletas o chicles enriquecidos con flúor.
- Algunas aguas minerales llevan dosis extra o contienen de forma natural cantidades altas de flúor (suelen ser aguas de alta mineralización y a menudo ya avisan que no la tomen los bebés o embarazadas)
- La pasta de dientes y los colutorios o elixires dentales contienen dosis muy altas.
- La contaminación ambiental (las empresas que manipulan o transforman Aluminio) también favorece el exceso de flúor a través del aire.
- Las sartenes u otros utensilios hechos con teflón que al rayarse pueden ir liberando flúor.
Más información: http://www.fluoridealert.org/