A diferencia de otros metales, el mercurio emite ya a temperatura ambiente vapores nocivos para el organismo. Esta vaporización aumenta aún más en la cavidad bucal debido a la temperatura corporal. Las personas que llevan empastes de amalgama llevan constantemente en la boca varios gramos de mercurio. El metal se va disolviendo al masticar, lavarse los dientes, tomar bebidas calientes o por efectos galvánicos, y puede ser asimilado por el organismo y depositado en diversos órganos (riñones, hígado, cerebro, tejidos conjuntivos). Esto, por un lado, produce trastornos en el metabolismo (bloqueos enzimáticos) y, por otro, daños en las células y en la sustancia genética. También el estaño, la plata y el cobre y, en ocasiones, aunque más raramente, el cinc, pueden depositarse en el organismo y, en mayores concentraciones, tienen efectos tóxicos.